Ese lugar de la Mancha de cuyo nombre Cervantes no quiso acordarse

Una incógnita repleta de rivalidades, paralelismos, hipótesis e incluso apuestas de patrimonio para quien consiga rebatirlas

Molino de viento. Foto: Pexels

Sara Rodríguez. Castelló.

400 años no han bastado para revelar uno de los misterios por excelencia de la literatura. Y es que hay un lugar de la Mancha de cuyo nombre Cervantes no quiso acordarse en el comienzo del Quijote, y ese nombre hoy en día sigue siendo uno de los quebraderos de cabeza de investigadores y expertos en la obra.

Como las siete ciudades griegas que han reclamado, y reclaman, durante siglos, a Homero como ahijado, son muchos los pueblos manchegos que tratan de averiguar si, a medio camino entre la investigación y la fortuna, Don Quijote de la Mancha "vivió" entre sus calles, al menos en la ficción. De hecho, fue el propio Cervantes quien dejó constancia de su intención al final de la obra: “Este fin tuvo el Ingenioso Hidalgo de la Mancha, cuyo nombre no quiso poner Cide Hamete puntualmente, por dejar que todas las villas y lugares de la Mancha contendiesen entre sí por ahijársele y tenérsele por suyo, como contendieron las siete ciudades de Grecia por Homero”.

Ocurre que Cervantes fue reservado en cuanto a las localizaciones que citó en el libro. En concreto, pueden contarse con los dedos de una mano las villas nombradas durante todo el desarrollo del libro, apareciendo en repetidas ocasiones, eso sí, la Mancha, el campo de Montiel, el Toboso (pueblo de Dulcinea) o la cueva de los Montesinos, situada en Ossa de Montiel.

Y es a partir de esos parajes que sí son nombrados donde surgen las investigaciones, basadas en los tiempos que, la novela explica, tardó Alonso Quijano en llegar de uno a otro punto. Esta insistencia con el campo de Montiel es lo que ha llevado, recurrentemente, a pensar que ese ‘lugar de la Mancha’ pertenecía a esta comarca. Sin embargo, Álvaro Anguix y José Valera, autores de Un lugar de la Mancha: la patria de don Quijote al descubierto, cuestionan si realmente está implícito que el Quijote perteneciese a esta región, o simplemente fuese un lugar de paso durante sus andanzas como caballero.

La realidad es que hay varios pueblos postulados a ocupar el puesto del "lugar de la Mancha" que, pese a la creencia popular, no tienen por qué encontrarse en el campo de Montiel, sino en sus inmediaciones. Uno de ellos es Munera, localidad cercana a la Ossa de Montiel, que es el último pueblo situado ante la frontera de la comarca en los mapas topográficos de la época:




Mapa trazado por el cartógrafo Tomás López en 1780 basado en las andanzas de don Quijote

Alonso Quijano comienza su aventura antes del amanecer, como describe Cervantes en su primer párrafo: “Y así, sin dar parte a persona alguna de su intención y sin que nadie le viese, una mañana, antes del día…”. No obstante, el campo de Montiel no se nombra hasta el segundo párrafo, donde, además, el autor especifica que ha amanecido: “la venida de la rosada aurora, que, dejando la blanda cama del celoso marido…” y continúa “comenzó a caminar por el antiguo y conocido campo de Montiel. Y era verdad que por él caminaba”. Es decir, que siendo incuestionable su paso por allí, sí puede serlo su origen, y una de esas poblaciones independientes al campo es Munera.

Una de las preguntas base de esta incógnita es por qué Cervantes no quiso recordar el nombre del lugar. Si bien él deja ver al final del libro su intención, quedan abiertas otras posibilidades. Lo que sí es sabido a ciencia cierta, es que Miguel de Cervantes fue un hombre adeudado durante gran parte de su vida. Casualidad o no, Munera en latín significa lo propio: deuda. Y de ahí que, para los seguidores de esta teoría, el autor tuviese un motivo obvio para no querer recordar esta palabra; no quería recordar sus propios adeudos.

La investigación, como un enigma

Pero esta no es la única evidencia que sitúa la chincheta sobre Munera. De hecho, los autores Anguix y Valera hablan de un jeroglífico inmerso en el inicio de la primera edición del libro. Y es que, la lectura del final del poema Urganda la desconocida (pasar de largo es cordu- ra), incluido en la novela, y, revertidamente, las mayúsculas empleadas en la primera frase: “EN Un lugar de la Mancha”, da como resultado el nombre de este pueblo: Munera.

Si el objetivo de Cervantes era el de incitar a sus lectores a tratar de averiguar qué lugar era al que hacía referencia, el anterior no es el único interrogante que dejó por escrito. Las pistas, a través de características de la villa, se suceden a lo largo del libro. Algunas de ellas son el arroyo en el que mujeres lavaban o la cuesta que don Quijote debió subir y bajar para llegar hasta él.

Esta es una característica que Munera cumple pero, del mismo modo, lo hace otra de las localidades que más papeletas “ha comprado” en las últimas investigaciones para convertirse en el pueblo del Quijote de la Mancha, Villanueva de los Infantes. De hecho, existe un monolito en el “camino del cura” (que separa Infantes de Fuenllana) que dicta: Suspiro de Sancho. A ese camino que, sí, consta de una subida y una bajada, le seguía por aquel entonces un arroyo a la entrada del pueblo, que bien podría ser aquel en el que se lavaban ropajes.

¿Y si…? La ficción basada en la realidad

En Fuenllana, localidad cercana a Villanueva de los Infantes, vivió una adinerada familia conocida como los Canuto, cuya hija contrajo matrimonio, en una de las bodas más famosas de aquel entonces, con el capitán de milicia de esta última, Fernando de Ballestero.

Se dice que en este enlace pudo estar basado el capítulo de Las bodas de Camacho, cuyos personajes, Camacho y Quiteria, podrían hacer referencia a los anteriores. Sirve como apoyo a esta hipótesis el que Alonso Quijano y Sancho Panza se dirigiesen hacia la cueva de los Montesinos cuando son convidados a la boda. Esta cueva, situada en la Ossa, está camino a Fuenllana desde Infantes. Y si estos personajes están reflejados en personas reales, ¿por qué no puede estarlo el personaje protagonista?

Coetáneo a Cervantes, vivió en Villanueva de los Infantes Juan de León, quien fue ajusticiado y sentenciado a muerte; pero, quien, además, guarda muchas similitudes con la persona de don Quijote. La sentencia fue descubierta por Juan Antonio Gómez en 2005 y, desde entonces, se han realizado recreaciones que pretenden reivindicar su figura.

Representación teatral de la obra “Juan de León: El alma de don Quijote”


Son infinitas las alternativas ante una incógnita de la que se desconoce su veracidad, dos de ellas son las anteriormente explicadas y, sin embargo, hay decenas más. Probablemente, nunca se llegue a conocer con exactitud cuál es dicho lugar de la Mancha, porque para ello se necesitaría saber que realmente ese lugar no es ficción.

Para el catedrático de Historia Moderna Guillermo Pérez, la literatura puede servir para estudiar el pasado, aunque debemos tener en cuenta que lo hace de un modo distinto a la historia. “La creación literaria es imaginación del ser humano, que construye hechos ficticios, y la realidad son hechos, a menudo casposos, pueblerinos, vulgares, complicados…”, resume Pérez.

Lo que sí es una realidad es que, de momento, Francisco Parra, catedrático e investigador que considera Villanueva de los Infantes como pueblo de origen del Quijote, está dispuesto a ofrecer todo su patrimonio, 25.000 €, a quien consiga rebatirle su teoría. Veremos si algún día alguien consigue sacar a la luz su verdad.

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