El fenómeno busker, la música en libertad
"La esencia de salir a la calle es el trato que recibimos por parte de los visitantes", revela el grupo 'Bachtok'
El diccionario anglosajón de Collins reconoce a aquellas personas que cantan o tocan música en la calle u otros lugares públicos por dinero bajo el término de busker, a diferencia de la Academia Española de la lengua que no identifica a los músicos callejeros de ninguna forma en particular.
La música en la calle constituye la vida social y cultural de las urbes desde la construcción de estas. Ya desde la Edad Media, los juglares transitaban por las calles de las ciudades predicando el saber popular. Esta figura artística de renombre transmitía las composiciones poéticas de los trovadores, pero, con la instauración del sistema estamental, poco a poco, el músico pasó a ser un personaje que inspiraba pobreza.
Músico tocando en la catedral de Valencia – Arantxa Barona
En el presente, y con el nuevo orden globalizado y democratizado, prevalece el antiguo prejuicio. “De normal cuando ves a músicos en la calle suelen ser personas mayores que necesitan dinero. Aunque yo empecé con 14 años pienso que cuando tengamos 40 años será diferente, no haremos tanta gracia”, expone Jorge Mínguez, miembro de ‘Bachtok’, un grupo profesional de cámara que se promociona en las calles de Valencia.
Sin
embargo, el mundo busker es tan ambiguo y diverso que es difícil fijar un
arquetipo de artista callejero. En Valencia, Musicarte Urbano abarca el espectro
artístico de la calle y mediante esta asociación intentan promover el diálogo y
la cultura.
La
convivencia vecinal y con otros músicos que cohabitan en el mismo espacio puede
generar situaciones tensas. “Hay muchísima competencia directa, por lo menos
hay 30 músicos habituales, aunque también hay muchas terrazas”, manifiesta Angel,
un veterano guitarrista en las calles valencianas.
Angel tocando para los clientes de un restaurante – Arantxa Barona, 2021
A
pesar de que estar inscrito en la asociación proporciona al busker una
cierta protección frente a otros artistas o frente posibles altercados con la policía,
los músicos muestran desinterés para implicarse en las organizaciones, ya que muchos
lo consideran innecesario y sienten que su trabajo es individual. “El dinero
que podamos ganar es lo de menos, tocamos en la calle porque nos gusta, al
final hacer disfrutar a la gente es lo que más te llena”, confiesa Miguel Vidagany,
estudiante e integrante de ‘Bachtok’.
Mientras
que los de la agrupación musical consideran que no se puede vivir de lo que te dan
en la calle, Teodoro, un joven búlgaro de 18 años subsiste gracias a ello. “Mi
objetivo tocando en la calle es mejorar como violinista, pero, además, puedo
pagar mi alquiler y mi comida”, revela el artista emergente. Aunque la
retribución económica en la calle resulta escasa, los artistas de ‘Bachtok’ buscan
promocionarse para resolver esta situación y ganar un sobresueldo. “Aun así,
siempre nos salen bolos y conciertos, nos hacemos más conocidos y además la
gente te sigue en las redes”, explica Tarek, el contrabajista.
La
calle supone un lugar inestable y precario, pero no deja de ser una actividad
profesional. El enriquecimiento personal se basa en los donativos y recompensas,
por lo que una de las cuestiones que se asocian a la aceptación de los músicos
callejeros es la rentabilidad que puede otorgar al Estado. “Sí que estamos
regulados, pero estaría bien poder llegar a cotizar, sería genial”, propone
Miguel Vidagany. Cada músico se hace cargo de su propio mantenimiento, así
pues, no genera ingresos a entidades públicas o privadas, pero tampoco gastos.
La regulación existente se basa en normativas de otras ordenanzas municipales sobre ocupación pública y contaminación acústica, entre otras. Además, otro de los requerimientos es la titulación académica. La condición previa de facilitar currículos o certificados de formación permiten verificar y dar seriedad a los que actúan en la calle.
‘Bachtok’ en la Plaza de la Reina – Arantxa Barona
No obstante, el ambiente en la calle es más relajado, lo que permite a los músicos desarrollar su carrera en este espacio. Muchos de ellos son autodidactas y se han profesionalizado a través de la experiencia adquirida en la calle. Y, por otro lado, muchos estudiantes deciden salir a la calle para mejorar sus habilidades escénicas. “Normalmente en un conservatorio cuando te subes a un escenario en las audiciones estás asustado, aquí es distinto, lo disfrutas más”, revela Jorge Mínguez.
Los
artistas callejeros son capaces de transmitir este disfrute a aquel que recorre
la ciudad. Desde la perspectiva artística, no es sólo es una acción para
ambientar la calle, sino que ofrece un servicio alternativo a la población para
disfrutar de la música en otro entorno. “Conseguimos una conexión con la música
y con la gente, de esta forma aportamos nuestro granito de arena para que no se
olvide la música clásica”, manifiesta Milén Petrov, guitarrista callejero de 22
años.
Al músico actual le cuesta conseguir reconocimiento en un mercado musical globalizado, de tal forma que cuando se encuentra en el espacio público tiene la posibilidad de acceder al público de a pie. Por parte de los oyentes, que son variados y atípicos, obtienen una mejor crítica. “Le da el toque a la ciudad, le da la alegría. Te paras, te animas y te crea un sentimiento que hace que se te muevan cosas”, cuenta uno de los espectadores.
Teodoro recogiendo algunas recompensas – Arantxa Barona
Los
artistas callejeros tratan de humanizar la música. A priori se colocan en el
lado opuesto de la música institucionalizada. En la calle se produce un feedback
y un contacto directo donde interactúan numerosos elementos que construyen una
experiencia al alcance de todos. “Las muestras de cariño son increíbles, la
música da una atmosfera muy agradable y realmente lo hacemos sin esperar nada a
cambio”, destaca Teodoro.
La
música debe pertenecer a la ciudanía para cumplir con su función cultural y
social, por lo que el arte accesible, heterogéneo y dinámico asegura el sustento
de la cultura. En este sentido, los buskers son un recurso humano que fomenta
la universalización musical.
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